Este es mi proyecto final para Taller de Literatura. Si, lo se, no es suficiente, nunca será suficiente porque es Baudelaire… porque todo lo que haga siempre se quedará corto; pero ya ven, no soy escritora. Al menos espero que les guste (pero sobre todo, que le guste a mi profesora jaja). Un especial agradecimiento a Jorge y a Kenji por su valiosísima ayuda, por ser los jueces más sinceros y por soportar releer esto cientos de veces. La imagen pertenece a sk8gRgo.

Baudelaire ... by ~sk8gRgo

Noche sin título

Es sábado… o domingo,
11 de la noche de este día lluvioso, desolado.
El último visitante acaba de marcharse y el letargo me invade.
Los minutos se corren,
se escurren lentamente.
Tomo una copa, luego otra.
Súbitamente diviso un par de pupilas dilatadas,
esas que conozco y me conocen,
esas que me han conocido tantas veces.
Se abren paso entre la escoria,
entre las vidas malgastadas,
entre las viles ruinas humanas.

Es él.
Noto su porte, su estampa, su ser;
su vaivén educado, elegante, corrupto.
Sus ojos buscan los míos y lo percibo,
ha venido a mi encuentro como otras veces.
Es el amante de la noche.
Lejano, sonámbulo,
embriagado de indiferencia y olvido.

De manera casi inmediata nos retiramos al insignificante cuarto,
a la cama sucia, a las sábanas manchadas,
curtidas por el tiempo y la mugre.
Tomamos una copa de vino, rojo como la sangre,
fumamos un cigarrillo.
Charlamos un poco,
de todo.
De nada.

Advierto sus manos, su mirada clavada sobre mí,
noto su piel fría que me invita a acercarme,
arrebatándome las escasas vestiduras.

Me contempla, como si fuera la primera vez,
desnuda y pálida; me rodea con sus brazos.
Recostada en la cama, se inclina hacia mí,
y puedo sentir como me muerde los pechos, se aferra a ellos,
como queriendo robar de esta manera algo de mi insignificante existencia.
Tomo su cabello entre mis dedos, con fuerza,
y le permito delinear mi silueta,
jugar en la montaña rusa de mis caderas.
Arriba.
Abajo.

Explora cada centímetro de mi cuerpo, ávido de placer,
mientras yo me apresuro a quitarle la ropa,
y puedo sentir la adrenalina correr por mis venas,
puedo sentir la humedad, los pezones contrayéndose,
el fuego me invade y comienza la agonía, de nuevo,
nos revolcamos en la inmundicia del otro,
nos alimentamos de las penas, del dolor.
Nos hacemos cómplices,
somos iguales.

Tengo su peso sobre mí, su sudor en la piel,
salado de decepciones, cansado,
su mirada inexplicable, indescriptible, profunda,
su aliento fundiéndose con el mío.
Escucho sus gemidos, su respiración agitada.
Termina.
Acaba.
Se acaba.

Se da la vuelta, aun desnudo y enciende un cigarrillo.
Yo sigo en la cama, veo su espalda arqueada,
la espina dorsal dibujando bultos entre la blanda carne.
Busca su pantalón.
Del bolsillo saca algunas monedas.
Suficiente.
Entonces se viste sin decir más.
Deja las monedas en la mesa junto a la entrada,
se despide y se marcha.
Nunca podré descifrarlo.

Es sábado… o domingo,
11:56 de la noche de este día lluvioso, desolado.
El último visitante acaba de marcharse.
La noche aun es joven.


Escuchando: Opeth – Heritage